Livia Lone by Barry Eisler

Livia Lone by Barry Eisler

autor:Barry Eisler [Eisler, Barry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 36

ENTONCES

Malcolm la dejó en casa de los Lone. Katy ofrecía una fiesta como la del año anterior y Livia se preguntaba si Sean volvería a llevarla paseando a casa otra vez, si intentaría besarla de nuevo. Había estado pensando mucho en aquello últimamente y tenía la impresión de que deseaba que ocurriese.

Quería conocer la sensación de besar a alguien. Y quería que fuera con Sean, porque hacía un año la había tocado de un modo tan dulce, tan tímido… No se había sentido molesta y, de hecho, lo recordaba como algo agradable. La había mirado, había musitado su nombre y se había inclinado hacia ella de un modo… «Sí —pensó sonriente—. Por favor, eso.»

Acababa de ducharse y vestirse y estaba peinándose el cabello mojado frente al espejo de su dormitorio cuando se abrió la puerta. Al volverse vio al señor Lone. No lo esperaba, porque la señora Lone estaba en casa y era demasiado temprano para una de sus visitas nocturnas. «No —pensó—. Ahora no. Esta noche no.»

—Felicidades —dijo él con una mano apoyada en la jamba y una copa en la otra.

Tenía la corbata suelta y la chaqueta del traje abierta. Dio un sorbo antes de proseguir:

—Te lo habría dicho en el campeonato, pero se diría que no te gusta hablar conmigo en tus numeritos de lucha.

Ella se sorprendió pensando: «No, si te parece…». Por lo común se limitaba a sufrirlo sin más y no rechistaba siquiera con la imaginación. Jamás le replicaba.

—¿Por qué, Livia? ¿Te avergüenzas de mí?

Ella humilló la mirada.

—Voy a una fiesta —se oyó decir— y quiero que me deje en paz.

Si sus pensamientos la habían sorprendido, sus palabras la dejaron pasmada de veras. ¿Quién había dicho eso?

Él entró en la habitación y cerró la puerta.

—¿Qué acabas de decir?

Ella sintió que la trataba de invadir el miedo.

—Que me deje en paz.

—Ni siquiera sé lo que significa una cosa así. ¿Que te deje en paz? ¡Si estás en mi casa!

El corazón comenzó a latirle con fuerza, pero no de miedo, sino de rabia. Aquel siempre había sido más fuerte que esta en su interior, pero esta vez era distinto. Esta vez, la ira parecía algo vivo, algo peligroso que se desenroscaba en su interior, como una serpiente. Como un dragón.

—¿Ya no te acuerdas de que te salvé la vida, Livia? —preguntó él alzando la voz—. ¿De que te hice hija mía? Pues que sepas que una hija tiene una serie de obligaciones para con su padre. Así hizo Dios el mundo. Tienes suerte de que no te haya exigido más, porque podría haberlo hecho. Hasta que te cases, tu cuerpo es mío y puedo hacer con él lo que quiera. ¿Me entiendes?

Algún rincón distante de su persona advirtió que era así como se conducía siempre el señor Lone: cada vez que iba a hacerle algo peor, se sumergía en una diatriba como aquella. Quizá necesitaba una cosa así para justificar lo que quería de ella. Sea como fuere, era lo que estaba haciendo en aquel momento.

—He tenido mucha paciencia contigo —prosiguió—.



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